Desde
tiempos inmemoriales los antiguos pobladores de nuestro país fueron apasionados
por modelar sus más recónditos pensamientos y anhelos. Desde Caral, la
civilización madre con miles de años de antigüedad, esculpir, tallar y modelar,
constituyen un apasionado quehacer de gran trascendencia y crucial en la concreción
de nuestra identidad. Resaltar la importancia de nuestra tradición escultórica,
es además reconocer la riqueza de nuestros artistas que hoy siguen dando que
hablar al mundo.
El
trabajo de la cultura Chavín en el
departamento de Ancash está fuertemente ligado a la arquitectura y sus
representaciones se basan en personajes antropomórficos con rasgos felinos con
una antigüedad aproximada de 3.000 años. En el ingreso a nuestra era destaca un
hito importante en la escultura prehispánica, la cerámica Mochica, por su
singular representación escultórica de divinidades, animales, plantas,
complejas escenas y retratos con alta expresividad, desarrollada entre el año
100 a.C. Y 700 d.C., en el extenso territorio costa norte peruana. La cultura
Tiahuanaco, ubicada a 20 kilómetros al sudeste del lago Titicaca, destaca por
su excepcional trabajo en piedra como la Portada del Sol, cabezas clavas y
monolitos que representan a divinidades antropomorfas o personajes míticos y
miden entre 2 y 7 metros como el Monolito Ponce.
En el
periodo inca la piedra fue el material más usado en la escultura con tallados
de gran calidad y tamaño, también usaron el oro y la plata para confeccionar
estatuillas de las que se conservan muy pocas ya que el afán de riqueza de los
conquistadores los llevo a fundir muchas de ellas.
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